17 de Febrero del 2012
Anoche tuve un sueño, no es que fuera Martin Luther King, con su famoso discurso, ni Luis Donaldo Colosio con su cover. Fue algo raro, soñé en blanco y negro, había cráteres y extrañas montañas grises; de pronto, una voz como de la Guerra de las Galaxias dijo por la radio: el módulo Eagle se ha posado sobre la superficie lunar. Comprendí que estaba escribiendo la epopeya, a partir de ese momento pasaba a ser parte de la historia. Se abrió una escotilla y la luz de la luna iluminó nuestra pequeña nave, unos compas me animaban a salir, tenía miedo. Una voz impersonal me dijo a través del chícharo: no olvide su parlamento: “es un pequeño paso para un hombre…” Asentí y me deslicé por la escalerilla, antes de pisar el suelo traté de recordar mis líneas, no pude por los nervios, así que repetí con firmeza: este pequeño paso tan chévere que voy a dar. ¡Corten, corten!, escuché la voz frenética de Stanley Kubrick: traigan a Neil Armstrong, éste es un imbécil. Lo malo fue que al abrir la puerta del foro quedaron evidencias de la gran mentira porque un tenue viento movió la bandera de las barras y las estrellas y una luz oblicua produjo una doble sombra, como si hubiera dos soles. Me sacaron a empellones; amedrentado por los golpes y las groserías comprendí que era la ceremonia de la toma de posesión presidencial y estaba en el Palacio Legislativo. ¡Soy diputado, soy diputado!, grité, sólo para recibir un cachazo en plena jeta de un tipo bien manchado que me dijo: me vale madres, cáete con la lana. Estaba en una micro, afuera dela estación Pantitlán, en pleno asalto. Alguien gritó: vienen los PeFePos, los rateros huyeron, y si el tembloroso pasaje no lo hizo fue porque el chofer cerró las puertas y puso la radio a todo volumen: “Cuidao con la culebra te pica lo pie…” Me paré, caminé por el pasillo de la micro, una muchedumbre me aclamaba y me decía: candidato, es usted el mejor hombre. Un mal presagio me hizo voltear, oí un disparo. Pinche Aburto, alcancé a decir, pero ya estaba en un descapotable en una calle de Dallas y una gringuita de no mal ver, llamada Jackie, me aventaba gacho los perros, me acordé de lo que cuestan los divorcios en los Iunaites y mejor me abstuve. Unos disparos interrumpieron mis pensamientos, pinche Lyndon, dije, pero Dios me castigó, me vi corpulento, con sombrero y botas texanas. Soy Lyndon B. Johnson, pensé, pero cuando afirmé que José Luis Borgués era mi contlapache del alma, me dije: ciertamente debo ser Fox. ¿Y yo por qué?
Me autoproclamé benefactor de la humanidad -sólo los paleros me aplaudieron- por haberla salvado de la peste y la epidemia, creí ser Louis Pasteur, pero al verme chiquito ante el espejo comprendí mi error. La gente me rodeó, inicié otro discurso y eran tan vehementes y tan exagerados mi voz y mis ademanes, que sentí como si la Pinal hubiera enloquecido súbitamente en pleno foro. Agitaba los brazos, miraba al cielo y la gente gritaba, lloraba al escucharme. Debo ser Hitler, pensé, o ya de jodida Mussolini, porque los traía hipnotizados. En eso -al tratar de hacer el saludo nazi-, sentí una cinta colgando al costado de mi oreja. Comprendí que no era ni Hitler ni Mussolini, era Juanito el de Iztapalapa. En la madre, lo supe porque alrededor la gente sonreía socarrona, mientras yo pensaba: Diosito,que no me vuelva a llevar la Brugada. Intenté un discurso, pero parecía estar enfermo de la próstata mental, puros tartajeos balbuceantes salían de mi boca. Me repuse. Levanté el brazo derecho:¡Protesto ser el candidato de los pobres, a la jefatura de gobierno del De Efe! -dije-, pero antes me escabecho a sus hijos. ¿Qué, pensé? ¿Seré la reencarnación de Michael Jackson o del padre Ma…? Un grito de terror se ahogaba en la garganta de la gente que se paraba de sus asientos y huía precipitadamente con sus niños; al ver mi túnica blanca y mi capa color púrpura, comprendí quién era: no se vayan -grité-, no teman, no soy legionario de Roma, soy Herodes, soy Herodes… Chale.
http://www.noticiasencontraste.com/alejandro-ordonezanoche-tuve-un-suenotaches-y-tachones/
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