Pobre Ciudad de México, tan llena de baches, tan contaminada; pobres de sus ciudadanos que cada noche se la rifan entre las calles oscuras, la basura que se acumula en diversos sitios y la inseguridad, frente a la indiferencia y la incomprensión de los funcionarios que deberían velar por ellos.
Hoy al abuso que constituye el nuevo reglamento de tránsito se suma el inminente y criminal desabasto del servicio de agua potable, durante muchos días, frente al cinismo de los funcionarios responsables que con sorna aconsejan bañarse a jicarazos. Seguramente ellos y sus familias han de saber mucho de eso. Báñense a jicarazos. A su aire suficiente y soberbio sólo falto añadir: y si no tienen para pan que coman pasteles...
Pobre Ciudad de México, tan lejos de sus ciudadanos y tan cerca de sus gobernantes.
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