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Alejandro Ordóñez González

 Proviene  de una típica familia sonorense, aunque piensa que a él le toco vivir la diáspora, razón por la que tuvo que venir a nacer en esta chilanga Ciudad de México, a la cual ama y de la cual se siente parte.

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Dice ser abogado, contador público y profesor, por lo que a veces vive de las leyes y a veces de los números, pero casi siempre de milagro. Uno de sus grandes deseos ocultos, aunque no lo acepte, es llegar a ser reconocido un día como naco ilustrado, mientras eso ocurre se dedica a pulir y a rehacer sus textos.

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Por lo que a la narrativa se refiere, jura y perjura haber obtenido algunos premios y reconocimientos de poca monta y de minúscula cuantía -cuyos nombres prefiere omitir por simple pudor o falsa humildad-, varios de ellos en cuento y un segundo lugar en el premio de novela de la Ciudad de México, que convocara en el año de 1985, la Editorial Plaza & Janes, de México, lo que dio como resultado que en el año de 1987 se publicara su novela llamada Cábulas, la cual no es autobiográfica, aunque eso murmuren malévolamente sus amigos y que como cosa rara es una de las pocas novelas -dice él- en las que no existe un narrador.

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También afirma que algunos de sus cuentos menos malos se han publicado en revistas, periódicos y hasta en algún libro de texto de literatura y cuando alguien le recuerda haber escrito algunos guiones de suspenso para un programa de televisión de infausta memoria, cambia la conversación y sugiere que tal vez se trate de un homónimo.

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 Es de mencionarse, finalmente, que como fruto de una trasnochada vocación de historiador ha dedicado los últimos desvelos a escribir novela y cuentos históricos, y que, no obstante su edad, piensa que sus mejores relatos están por escribirse, aunque reconoce que todo lo aquí dicho podría muy bien ser puro cuento.

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