Están aquÃ, vienen por mÃ. No hay forma de eludirlos. Son tres, esconden sus rostros difuminados en la penumbra del cuarto, no sonrÃen ni son amables, su aspecto torvo produce miedo. Me rodean para que no intente huir. Qué suerte la mÃa, pensar que a otros son sus padres o sus amigos más queridos quienes acuden a darles la bienvenida, les sonrÃen, los reconfortan con palabras cariñosas y los cubren de mimos mientras los guÃan hacia la luz, para que no extravÃen el camino, en cambio a mà me acosan estos tipos con aspecto de criminal…
Algo muy malo debo haber hecho para merecer este trato, quisiera gritar, pedir perdón por las ofensas inferidas y otra oportunidad. Lo peor es que nadie me cree, nadie los ve. Piensan que deliro, que alucino. Ni siquiera puedo despedirme de mi familia, decirles que los amo y los voy a extrañar, mi gente me mira y llora en silencio. Alguien me acaricia y me dice al oÃdo que no dejarán que me hagan daño, no saben que han venido por mà y que nadie podrá detenerlos…