Cuando su esposa murió, después de más de cuarenta años de casados, la familia temió por su vida, por eso sus hijos se empeñaron en llevarlo a vivir con ellos, pero él no aceptó. Lo anterior no impidió que a partir de ese día alguno de ellos pasara por él, los fines de semana, para llevarlo a su casa. La idea era que conviviera con los nietos; aunque ya estando ahí le pedían que se hiciera cargo de los pequeños y de los hijos de los amigos que habían invitado a comer; y si se ofrecía algo de la tienda, pues: con mucha pena, suegro, unas cervecitas bien frías; y claro, como iba sin coche, pues: ¿le importaría irse a pie? Yo le prestaría el carro, pero ya sabe que el peor auto es el prestado… Y ni qué decir de las bromas de los yernos: niños, metan al abuelo que ya va a llover… ya les dije que lo cuiden, ¿no ven que se está mosqueando? Si se hartaban le decían: el fin de semana vamos a Cuernavaca, que alguno de tus hijos se haga cargo de ti. Por las tardes iban a su casa y le dejaban a los niños para que no estuviera triste y mientras él los ayudaba en sus tareas, ellos se iban al cine o a donde fuera, que no faltaban buenos motivos. De lo poco que había rescatado de su anterior forma de vida estaba el club de corredores y fue una compañera quien se lo sugirió: ¿Por qué no entras a mi club de la tercera edad? Te va a encantar, nos dan clases de música, pintura y actuación; además, conocerás a otras personas con las que podrás convivir, en lugar de andar cuidando a tus nietos; anda, ven, déjame presentarte…
Fue así como cambió su vida. Se inscribió en el taller de actuación que impartía un actor que filmaba comerciales para la televisión. Un día el maestro preguntó quién quería hacer un casting. Varios de los alumnos se animaron pero el maestro lo eligió a él. Pensó que sería por amistad, pero después supo la verdad: era quien mejor daba el tipo del personaje: era el más chaparro, el más feo y el más gordo del grupo; y lo que querían era eso: alguien feo, entrado en años y en carnes, incapaz de provocar la menor inquietud sexual entre las mujeres. El comercial era de un medicamento que curaba la disfunción eréctil. A él no le interesaba esa cuestión pero sería su debut como actor. La idea era mostrarlo retozando en la cama con una mujer madura y fea, después de un ligero cachondeo ella fingiría tener el orgasmo de su vida. Entendía que no era indispensable tener una erección propia de un gorila, pero no estaría mal que así fuera. Lo anterior lo llevó a recordar la última vez que eso había ocurrido, con preocupación descubrió que desde que había enviudado su libido estaba en ceros. A la mañana siguiente, a la hora del baño, por mera preocupación científica inició algunas exploraciones y se sometió a varias pruebas que lo llevaron a concluir que no era él el único jubilado que había en su casa. Por otra parte, recordó haber leído que varios actores declaraban que su éxito se debía a que se habían posesionado de su papel y aprendido lo relativo al personaje que representaban, así que decidió hacer lo mismo. Diariamente se paraba desnudo frente al espejo para repetir su breve parlamento. Adoptaba variadas poses y fue tanto su empeño que en verdad llegó el momento en que soñó ser un semental, un garañón, un putañero...
El comercial resultó un éxito y durante su grabación ocurrieron varias cosas: para empezar, el maestro sustituyó a la cacariza que le habían llevado de pareja por una joven sensual y guapa con la que jamás hubiera imaginado compartir el lecho… y algo más, pues cuando empezó el ligero manoseo que grabarían las cámaras; él, que para entonces se había posesionado de su papel, tuvo una erección que ella percibió y la excitó tanto que lo siguió al baño y ahí, sobre la taza, lo montó hasta tener un orgasmo que se escuchó en todo el foro. El comercial resultó tan real que las ventas del producto se incrementaron y cambió su vida, pues además de ver su rostro en los canales de televisión y en revistas de todo el mundo, las vecinas y hasta las propias hijas de las vecinas empezaron a ir a pedirle una taza de azúcar o a preguntar si se le ofrecía algo y claro, para acabar con las frustraciones sexuales que durante años les provocaron sus maridos, sus novios y sus amantes.
La farmacéutica le ofreció un contrato millonario para que actuara en varios comerciales. Anunciaría un producto para adelgazar, ya que era tan famoso volverían a grabarlo unos meses después y a conseguirle entrevistas en las principales cadenas de televisión del mundo para que el público constatara los beneficios del producto y que no se trataba de un engaño. Por supuesto, tendría que cuidar su dieta, consumir el producto y bajar quince kilogramos en un tiempo perentorio. El, como lo hizo con la cuestión eréctil, decidió tomar en serio su papel: todas las mañanas se paraba desnudo frente al espejo, hacía poses que había visto en los programas de físico culturismo. Vio que su cintura adquiría un tamaño que sólo con años de trabajo en el gimnasio podría lograrse, su papada de toro cebú desaparecía y en su tórax se apreciaba un lavadero que le daba un aspecto impresionante. Grabó un comercial en traje de baño donde se apreciaba su exceso de grasa, en el que se comprometía a hacer otro en el plazo de tres meses para que vieran el resultado. Por supuesto aceptó el medicamento que le proporcionó el laboratorio, pero tal como lo recibió lo guardó en la alacena, seguro como estaba que no le haría falta, pues para bajar de peso sólo necesitaba el poder de su mente: posesionarse del papel de un físico culturista. Los resultados no se hicieron esperar, la gente hacía filas en las farmacias de todo el mundo para comprar el producto.
Anunció también un producto contra la calvicie, pero lo que le dio un giro inesperado a su vida fue la noticia que le comunicó el director del laboratorio: habían decidido apoyar causas altruistas, así que se habían comprometido con la ONU para que su actor estrella grabara un promocional que ayudaría a combatir la discriminación de género que con tintes agresivos y hasta criminales se venía presentando en todo el mundo. El, por supuesto, se opuso por todos los medios: tanto los jurídicos como los morales y de conciencia, pero los directivos de la empresa fueron implacables: o grababa ese último promocional o lo demandarían por incumplimiento de contrato y tendría que indemnizarlos con una suma millonaria. El promocional era en verdad simple, ni siquiera tendría que repetir algún parlamento. Aparecería a cuadro vestido con elegante smoking, azahar en la solapa y abrazando a su joven pareja con la que estaba contrayendo nupcias. Se besarían en la boca y sonreirían a cuadro. Su consorte aparecería también con smoking y azahar en la solapa, cabello rubio hasta los hombros y un leve toque andrógino. El resultado fue sensacional: cuatro países europeos y dos americanos modificaron sus leyes para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. Por lo que a él respecta, sus hijos aseguran no haberlo visto otra vez aunque tienen noticias de que vive en la costa azul, con el atractivo joven del promocional.
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